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Crítica a la autonomía obrera.

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Por Datrebil

De un tiempo a esta parte están apareciendo textos relacionados con la autonomía obrera, se esta debatiendo sobre el tema en diferentes jornadas y espacios culturales.

En definitiva, se esta suscitando un interesante debate por otro lado necesario, pues se están rescatando del olvido importantes experiencias revolucionarias que, por unos y por otros, habían sido enterradas. Desde mi punto de vista, me da la sensación de que en muchos casos, se está cayendo en la mitificación de dichas experiencias sin profundizar en su análisis. Sin ver, en suma, “pros” y “contras”.

Rasgos y caracteristicas
En toda Europa y en el estado español, las décadas de los 60 y 70, principalmente, es cuando más importancia histórica cobró lo que vino a denominarse autonomía obrera. Varios factores inciden en la proliferación de dichos grupos por entonces: todavía no habían sido desmanteladas las fábricas y deslocalizadas al tercer mundo, la clandestinidad del franquismo y su sindicalismo vertical totalmente colaboracionista, identificado con el régimen por la clase obrera, la existencia de una conciencia de clase, de pertenencia a una clase oprimida que de manera autoorganizada fuera rompiendo sus yugos, el hueco que quedaba entre la existencia de un solo sindicato, el vertical y la auténtica organización de un proletariado revolucionario que, a falta de estructuras creadas, debía ser el quien tomará las riendas del futuro....

En el estado español en la década de los 60 surgen las Comisiones Obreras como un aglutinante de diferentes asambleas y grupos revolucionarios que están organizando huelgas, no sólo por reformas laborales, sino por una lucha realmente anticapitalista. Rápidamente las citadas comisiones pasaron a estar controladas por el PCE quienes, al mejor modo leninista, manipularon las asambleas y trataban, en definitiva, de hacer de apaga fuegos de unas luchas que veían demasiado radicales. Pretendían crear –y con el tiempo lo consiguieron- una estructura que contribuyera a favorecer la evolución del capitalismo, de dictadura militar a parlamentarismo. Especialización, sindicalismo, profesionalización, burocratización, delegacionismo frente a la acción directa y revolucionaria de las asambleas. Frente a la usurpación y manipulación de las Comisiones Obreras por el PCE, en mayor o menor media, desde fuera y desde dentro, la autonomía obrera continuo y poco a poco iba fraguando una identidad propia difícil aquí de definir, por su oposición a las categorizaciones, los formalismos y las permanencias.

Partidarios de las asambleas frente a las plataformas, estaban influenciados por las teorías marxistas, anarquistas, situacionistas, consejistas... Por otro lado, rechazaban los “ismos” intentando conjugar novedosas e innovadoras experiencias revolucionarias con una crítica a las experiencias revolucionarias del pasado realmente aprovechable. El clima social les hacía pensar, a corto o medio plazo, en la posibilidad de una insurrección generalizada. La acción directa como único método valido y la evitación de cualquier atisbo de burocratización en sus luchas llegó hasta tal punto de negar etapismo o fase alguna hasta conseguir el estallido revolucionario. Aquí y ahora, todo por la causa revolucionaria, hasta el final... Una crítica acertadísima al papel de las vanguardias como controladoras de las luchas y reconductoras de nuevo al capitalismo. Así mismo, una desconfianza de cualquier organización permanente, formal, estructurada en el tiempo y en el espacio que propiciara la moderación de las luchas para salvaguardar el futuro de la propia estructura convirtiendo así el medio en fin. Por otro lado, eran partidarios de la auto-organización de clase frente a cualquier tipo de acción mediada. Huelgas salvajes, agitación armada, expropiaciones, sabotajes, atentados contra empresarios, radicalización de movilizaciones sociales, importante labor en la difusión de textos revolucionarios... eran algunas de sus prácticas más destacables. Aunque era un “movimiento” profundamente práctico, que criticaba duramente la especialización de la teoría revolucionaria como representación del capitalismo en la teoría social (los intelectuales), era capaz de realizar unos análisis certeros e innovadores, sobretodo en la coyuntura del momento y la evolución del capitalismo. Así fueron capaces de identificar hábilmente la transición como un giro de la burguesía para subir más en el escalafón de la dominación, fueron críticos contra el desarrollismo galopante del que éramos –y seguimos siendo fruto-; enemigos del progreso (y de los progres), de las luchas parciales, el reformismo, las negociaciones con el estado, las leyes y lo que todo ello conllevaba. El MIL o 1000, por ejemplo, ha sido quien más a representado estas prácticas con el paso del tiempo, pero no han sido los únicos.

Desmantelamiento de la autonomía obrera
A finales de los 70 y principios de los 80, como todos sabemos, se fraguaba la transición. La burguesía, con los tecnócratas al frente, fijándose en el capitalismo internacional, era consciente de que era necesario intensificar determinados cambios en la producción, con consecuencias sociales, manteniendo, en lo fundamental, las estructuras mercantiles, consiguiendo así su fortalecimiento. Y que mejor manera que la muerte de Franco para propiciar dicho paso.

La autonomía obrera entro en este periodo en una crisis notable que se extiende hasta nuestros días, donde en el panorama social de hoy, la autonomía, como se concebía entonces, apenas existe, sobretodo si nos referimos al movimiento asambleario en los centros de trabajo. A ello han contribuido factores externos: extensión de un sindicalismo profundamente burocratizado en el que sus objetivos son idénticos a los objetivos del poder, desaparición de las fábricas fruto de la deslocalización (manos más baratas en otros países), lo que conllevo una tercialización estatal del trabajo y la consiguiente división en estratos de las categorías profesionales que tuvo como consecuencia la sustitución de la lucha de las bases contra el patrón por la “lucha” para ascender en el escalafón de la pirámide laboral. Desaparición progresiva de la conciencia de clase, consumismo, masificación, urbanismo totalitario, control mediático, ciudadanismo, recuperación de la propia autonomía como fue “lucha autónoma” en los 90 en Madrid y otros lugares, donde determinados sectores veían autonomía en las negociaciones con el estado, la desobediencia civil no violenta, la no confrontación y evitación del combate, para propiciar la mejor gestión de los problemas por parte del estado.... En definitiva, Toni Negri y sus cuadros “rebeldes”.

La represión fue otro factor fundamental dentro de este desmantelamiento. Las actividad subversiva de los autónomos, en tanto brutal ataque a la raíz de los problemas, conllevó que el estado se cebara reprimiendo duramente a sus miembros. No puede ser de otra manera, la lucha frontal contra el estado y el capital conlleva represión. Pero no es menos cierto que conviene valorar las consecuencias que va a tener ésta para la lucha revolucionaria; si servirá para avivar la llama de la revolución o, por el contrario, contribuirá de manera decisiva a su apagamiento. La falta de reflexión sobre estos aspectos, el modo en que actuaron los grupos de apoyo a presos, que culminó en más y más presos evidentemente mermo la capacidad de sus luchas. Se pasaba de una fase ofensiva contra el capital (asambleas y acciones para propiciar la insurrección) a una defensiva (apoyo de los presos).

Pero también fueron factores internos de la propia autonomía obrera los que contribuyeron a tal desmantelamiento actual de la misma. Con la legalización de los sindicatos y por tanto, la creación de estructuras formales diferenciadas del sindicato vertical, se vislumbro que mucha gente que acudía a las asambleas se incluyó sin mayor problema en dichas estructuras lo que dejó entre ver que quizá la conciencia de clase autónoma no estaba tan extendida y asimilada por la clase obrera. Del mismo modo, el modelo actual de sindicalismo oficial, impulsado por aquellos años: elecciones sindicales, comités de empresa, liberados, profesionales del sindicalismo... culminó en una profunda derrota de las asambleas. Incluso algunos sectores que se denominaban autónomos se presentaron a dichas elecciones sindicales. El papel de los elementos más activos dentro de la autonomía obrera que progresivamente fueron cayendo en lo que criticaban: intelectualismo, especialización, desconexión cotidiana con la clase trabajadora, vanguardismo, reformismo, excesiva confianza en un movimiento más débil de lo que se creía... fueron sin duda elementos que también dejaron KO al propio movimiento autónomo.

Conclusión
Sin duda la autonomía obrera es algo que merece la pena ser rescatado. Su critica demoledorai dejo entrever muchos aspectos caducos de las tradicionales ideologías revolucionarias. Más aún cuando se intenta recuperar por diferentes sectores, ya sean determinados movimientos sociales alterglobalizadores, ya sean los propios capitalistas como hizo Mediapro con “Salvador”. Ahora bien, no podemos caer en mitificar dicha lucha sin hacer crítica. Y sobretodo la estaremos, ya no sólo mitificando, sino enterrando, cuando, ilusionados con la autonomía obrera, vamos a nuestros puestos de trabajo y no somos capaces de organizar ni plantar cara a los capitalistas con un mínimo de garantías de éxito. En definitiva, sino sabemos aprovechar lo que de esa crítica saquemos para poner en marcha proyectos revolucionarios hoy, habremos fracasado Si algo nos ha enseñado la autonomía obrer