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CON LA IGLESIA HEMOS TOPADO

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Me enteré, hace algo mas de un mes, de la intención de algunos conocidos de organizar una procesión atea. Harta de ver, año tras año, imágenes de auto tortura en las televisiones, la idea de una convocatoria atea en esas fechas me pareció refrescante, de las frases con que en ese momento se estaba barajando promover el acto, sin duda mi preferida fue “basta de lloriqueos en semana santa”.

Reivindicar la alegría de vivir es necesario en una sociedad que ha sufrido durante siglos el control de una de las ideologías mas castrantes. La iglesia católica, con su amplísima red de locales, colegios y medios de comunicación, financiada por el estado español, ha cercenado la libertad de pensamiento y la libertad sexual de generaciones y generaciones de españoles, transmitiendo unos valores que exaltan el sufrimiento, la sumisión y el castigo. La semana santa y sus procesiones católicas no son sino una obscena reivindicación del sufrimiento y de la tortura, mostrar nuestro rechazo a esta cosmovisión basada en la redención a través del sufrimiento y el dolor, no solo es legítimo, sino además oportuno.

Un mes despúes, lo que sólo era una iniciativa de carácter lúdico para hacer visible esa gran parte de la sociedad que rechaza los postulados católicos, se ha convertido en la mejor expresión de por que el ateismo militante sigue teniendo sentido en este estado supuestamente aconfesional.

Con la reciente sentencia del Tribunal Supremo que permite a la Iglesia no dar de baja a los cientos de miles de ateos y agnósticos que pretenden borrarse de unos ficheros en los que fueron inscritos por la voluntad de sus padres, ya quedó bien claro hasta donde llega la supuesta división entre la Iglesia y el Estado. Hay que tener en cuenta además la fuerte presión social ejercida hasta bien entrados los años 80 por la ideología nacional-catolicista del regimen franquistas que obligaba a padres ateos a bautizar a sus hijos para evitar que fueran señalados y vilipendiados. La cuestión no es baladí; con esos registros es con los que se calcula la subvención directa que el estado actual aporta a la Iglesia. Con la que las maltrechas arcas del estado español financian otro estado, el Vaticano, uno de los más ricos y opacos del mundo, al mismo tiempo que se recortan salarios y prestaciones sociales .

Ahora, con la prohibición de la procesión-manifestación, se ocupan de dejarnos claro cual es nuestro derecho a la libertad de expresión, extendiendo además el principio legal de autoridad del que hasta ahora gozaban los cuerpos de seguridad del estado a los medios informativos de extrema derecha, que al parecer tienen mas conocimiento de para que se convoca el acto y en que va a consistir que los propios organizadores.

Pero esto no es todo; haciendo bueno el viejo dicho de a Dios rogando y con el mazo dando, organizaciones ultras de católicos han demandado a los organizadores, por "provocación, discriminación, odio y violencia por motivos referentes a la religión, o en creencias en concurso con un delito de enaltecimiento del terrorismo”. Sorprendentemente la querella ha sido admitida a trámite. Volvemos a asistir perplejos a la nefasta influencia de la doctrina católica en la judicatura española. Hasta hace unos años uno pecaba por pensamiento, obra u omisión, pero para delinquir había que actuar. Ya con la ley de partidos, nuestros legisladores nos dieron la oportunidad de delinquir por omisión, y este juez da otra vuelta de tuerca al llamar a declarar a unas personas por tener la intención de convocar una manifestación. Estamos ante el delito de intención.

Tal y como están las cosas, ya no me sorprenderá que la demanda interpuesta por delito de genocidio contra alguno de los organizadores prosperé también. Veremos, si en un país en que ha sido imposible juzgar a ninguno de los responsables de los crímenes del franquismo, es posible sentar en el banquillo acusados de genocidio a unas personas que sólo han pretendido legalizar una manifestación, pero que al parecer son responsables de hechos ocurrridos muchas décadas y hasta siglos antes de que nacieran.

Así las cosas, hoy como ayer, podemos afirmar: “ con la Iglesia hemos topao”. Y sólo me queda expresar mi apoyo y agradecimiento a quienes, con la iniciativa de la procesión atea, han hecho tan visible hasta donde llega nuestra democracia y nuestro estado laico.

Maricastaña del Secarral.